Entrevista a Urboreas

Empieza noviembre, un mes tradicionalmente asociado al recuerdo de los difuntos porque, según la tradición, en estas fechas los velos que separan el mundo de los vivos y los muertos es más fino. Es un buen momento para dialogar con alguien que, según lo que se plasma en su último libro, conoce bien a fondo el peso que, sobre los vivos, puede ejercer la memoria de los muertos. Pero este es un libro rompedor en muchos sentidos, porque trata sobre el peor de los estados posibles que un muerto puede vivir: los infiernos. ¿No es así, Urbóreas?

 

– Sí, aunque en realidad los infiernos no son sólo realidades de energía psíquica, sino que también están muy presentes en los puntos de la tierra donde existen grandes conflictos, tanto si son puntuales y locales como si son conflictos más amplios y extendidos, como las guerras.

Efectivamente, tu libro refleja un concepto de infierno muy diferente al tradicional, pero en el libro aludes varias veces a tu educación “católica tradicional”. ¿Te ha resultado muy difícil confrontar tus creencias previas sobre el infierno con tu experiencia vital?

– No. Hubo otros conceptos ideológicos que sí me costó superar, pero en concreto, la idea del infierno como lugar de eterno castigo, no me costó dejarla atrás porque es una idea incoherente. ¿Cómo se puede asociar la idea de Dios-Amor con un sufrimiento infringido adrede que, además, es eterno? A un Padre/Madre amoroso no le gusta que sus hijos sufran. Esto ya se ve en la parábola de Jesucristo sobre el hijo pródigo: Dios no castiga, es el propio hijo quien se extravía, mientras que Dios siempre le espera para sanarlo, agasajarlo, amarlo.

Esa perspectiva es, efectivamente, la que se plasma en tu libro. Afirmas que uno puede conectar con la energía psíquica de un infierno para sanarlo y llevar curación espiritual a los que tradicionalmente se tenía por “condenados”…

– Sí. En mi experiencia personal, lo que he visto es que no hay una condena ejercida desde un poder externo, sino que es el sufrimiento sin sanar el que reduce a los seres a un estado de dolor que, a menudo, desemboca en rabia, odio, desesperación o, en definitiva, ceguera espiritual. Pero las fuerzas sagradas ansían con todas sus fuerzas volcarse sobre quienes más sufren para sanarlos y, así, facilitarles volver al gozo, a la luz.

Pero, si tan intenso es este deseo por parte de lo divino de ayudar a los espíritus “condenados” y sufrientes, ¿por qué existen? ¿No debería estar ya todos sanados?

– Existen por diferentes razones: una, porque puesto que todos somos libres, constantemente hay espíritus que realizan elecciones de diferentes tipos, y éstas no son siempre en dirección del amor. Dos, porque muchos espíritus que viven en las tinieblas necesitan, para sanarse, de la ayuda de personas humanas que les faciliten la revisión de todo lo que quedó sin resolver de su vida terrestre.  Si alguien muere obsesionado con determinados asuntos pendientes, le puede resultar muy difícil percibir a los ángeles, pero en cambio le será mucho más fácil conectar con la energía de un ser humano que resuene con su preocupación o dolor, y aquí está el papel de los mediadores entre el mundo espiritual más elevado y el universo infernal. Lo que sucede es que, actualmente, el número de personas vivas que realizan esta ayuda es aún muy escaso.

Entiendo. Entonces, si uno quisiera “sanar infiernos”, ¿qué capacidades o conocimientos debería tener, según tú?

– Lo resumiré en tres puntos: vocación, entrega y disponibilidad. Con vocación me refiero a que esta clase de tareas debe surgir desde lo más profundo del alma. Ir a sanar infiernos es como cualquier otro oficio: si no se siente pasión interna por esa misión, difícilmente se aguantará lo que el trabajo implica, porque se viven momentos muy duros.

Añades a las 3 condiciones “entrega” y “disponibilidad”, que entiendo que aluden a estar dispuesto a asumir este “trabajo”, y a dedicarle un tiempo físico. ¿Qué pasa, entonces, con los conocimientos? ¿No se necesita estudiar algo previamente, formarse de alguna manera?

– Es que si tienes vocación, entrega y disponibilidad, lo demás irá surgiendo. Encontrarás a las personas que puedan enseñarte lo necesario, o te sucederá lo que me sucedió a mí, que fui iniciada en sueños y empecé ahí todo un aprendizaje interior.

En tu libro hablas mucho de los Guías Espirituales con los que conectaste en sueños y que te enseñaron cómo actuar en el conflicto, entre los cuales el arcángel Miguel y el dios Anubis ocupan un lugar destacado. Esto llama la atención, ya que no es nada habitual la presencia de Anubis en la literatura espiritual. ¿Cómo llevas esta particularidad?

– La verdad es que en un principio me costó asumir simplemente la idea de que Anubis fuera una realidad “buena” o noble. Cuando empecé a entender que Anubis representaba a una poderosa guía y protección en los tránsitos me relajé, pero admito que me he sentido muy sola en este sentido. He buscado referencias en otros libros, en otras experiencias de un caso similar al mío y no lo he encontrado. Hoy pienso que seguramente existen muchas otras personas que trabajan con la energía de Anubis pero, o no son conscientes de ello, o no lo dicen, o sus testimonios no están presentes en el mercado editorial. Hay otra dificultad asociada a mi relación con Anubis, ya que he vivido el rechazo de algunas personas sensitivas cuando han notado que a mi alrededor hay algo “negro”…

Efectivamente, en tu libro llegas a hablar de un “racismo espiritual”, pero el tema sólo queda sugerido, no se profundiza en él. ¿Por qué crees que nuestra cultura demoniza tanto al color oscuro?

– Mi teoría es que el negro atemoriza porque, al ser más llamativo lo luminoso, se conoce más toda la realidad que se muestra rodeada de luz clara. En cambio, las realidades espirituales asociadas con el color negro resultan muy desconocidas y por eso dan miedo. Además, el color negro se asocia a la noche, y la noche con el dormir, el cual se asocia con vulnerabilidad y pérdida de control y con la muerte…y todas esas son cosas que atemorizan.

Entiendo. En el apéndice del libro, que recoge unos consejos básicos para afrontar la energía infernal, asocias los infiernos con la sombra psíquica de la que hablan las teorías psicoanalíticas. Pero también Anubis y Miguel podrían ser interpretados como meros arquetipos ¿Es posible interpretar todo lo que plasmas en tu libro desde una perspectiva puramente psicológica?

– Por supuesto, y de hecho el concepto de “sombra” encaja con lo que expongo, que se resume de la siguiente manera: todo aquello que no contemplamos, todo aquello que, de la energía del ser, es negado, oculto, rechazado o simplemente ignorando, de algún modo nos influye, nos busca, porque en el fondo, el ser persigue la vivencia de La Unidad.

En el libro mencionas varias experiencias regresivas en las que recordaste haber sido otras personas. ¿Cómo encajaría esto con una interpretación psicológica?

– Bueno, en principio no creo que mi “yo” actual se haya reencarnado. Tal vez se reencarna algo, pero no es el “yo”…Lo que sí creo es que mi “yo” puede sentir lo que otras personas han experimentado, o resonar con ello, ya estén vivas o muertas, puesto que en realidad nuestro ser verdadero vive en La Unidad.

Pero en el libro dices que una de esas memorias, la de la madre de la antigua Sumeria, te acompañaba desde la infancia. ¿Qué sentido tiene que un niño o niña cargue con traumas tan antiguos ajenos? ¿Por qué, según tú, se producen estas experiencias?

– Tengo diferentes hipótesis, pero en el caso concreto de la memoria traumática de la antigua Sumeria, estoy casi segura de que yo estaba recordando eventos que afectaron a una línea de mis ancestros. Sencillamente, heredé de parte de mi familia un terrible asunto sin resolver.

Sin embargo, según lo que dicen los creadores de las Constelaciones Familiares y la Psicogenealogía (Hellinger, Jodorowsky), sólo es relevante enfocar las experiencias vitales de nuestros ancestros más cercanos. ¿No es exagerado pensar que algo acontecido hace milenios pueda ser retransmitido de generación en generación hasta el día de hoy?

 

– Desde mi experiencia no sólo no es exagerado, sino que es lo que hay. Todo lo que no se sana, permanece como una memoria dolorosa y está presente en determinado nivel de la energía psíquica que nos rodea. Es como cualquier otra enfermedad: se puede morir el enfermo, pero no la enfermedad, que se perpetúa en otros enfermos, por lo menos hasta que no se le encuentre el remedio lo la prevención.

Curiosa interpretación. ¿Y cómo encaja esto con lo que has explicado antes sobre la necesidad de que exista una vocación espiritual para sanar infiernos?

– Simple: de los miles de descendientes de unos ancestros remotos, las sombras más pesadas serán atraídas o “encontradas” por aquellos cuya vocación sea la de sanar infiernos.

¿Y es posible sanar otros infiernos que no procedan de los propios ancestros? Por ejemplo,  y ya para terminar: si nos encontramos en una casa “encantada” o influída por energías adversas ¿cómo habría que actuar?

– Cada casa tiene sus particularidades. Algunas se pueden sanar y otras no, porque para que se sanen se necesitaría que las personas implicadas hicieran cambios, y esto no siempre es factible. En todo caso, rezar es lo mejor. Rezar nunca falla.

Pero en el caso que narras, las oraciones no surtieron efecto.

¡Por supuesto que lo hicieron! Lo que pasa es que la respuesta a las oraciones no llegó en el mismo momento, sino a lo largo de las semanas; y tampoco llegó de la manera en que esperábamos. De hecho, la dueña de la casa donde transcurrió todo lo que narro en el libro llevaba un tiempo rezando internamente para sanar la energía de su hogar, pues aunque no sintió nunca las cosas con el tremendismo con el que yo las percibí, notaba que la energía de su casa debía ser sanada. Y entonces aparecí yo en su vida, lo cual puede ser visto como una respuesta a sus oraciones, sólo que en un formato que, en principio, era irreconocible. Y así nos sucede continuamente.

Me parece una sabia reflexión. Muchas gracias, Urbóreas, por tu tiempo y tus respuestas.